Nerviosismo
EL PARLAMENTO HA DEVUELTO A LA MEMORIA LA SENSACIÓN DE ORFANDAD DE LOS DÍAS DEL ‘PRESTIGE’
El desencuentro entre Manuel Fraga y José María Aznar constituye una prueba más del creciente nerviosismo con el que el PP gallego, más allá de las posibilidades que sin duda todavía tiene de sobrevivir a las próximas elecciones, afronta la recta final de una legislatura en la que sus conflictos internos se han hecho del dominio público. Ha bastado que durante unos días, los que lleva trabajando la comisión de investigación de la catástrofe del Prestige, volviese a la memoria colectiva la sensación de orfandad que se apoderó de la sociedad gallega durante aquellos infaustos días para que el presidente de la Xunta se haya visto obligado a señalar a alguien con quien compartir la culpa. La idea es que el poco edificante ejemplo que él mismo dio yéndose de caza mientras la marea negra llegaba a las costas gallegas se note menos si la atención pública fija su atención en la también poco ejemplar actuación del presidente Aznar, incapaz durante semanas de acudir a conocer in situ la dimensión de una catástrofe sin precedentes. Es tal el empeño de Fraga en echar balones fuera que, por dejar en evidencia al presidente del Gobierno, ha llegado a compararle con el Rey, quien sí se apresuró a visitar a los afectados en plena catástrofe. Cualquier cosa antes de someterse él mismo al juicio popular que rehuyó durante aquellos días. Si entonces pidió ayuda a Aznar para retirarse con dignidad, ahora no debe extrañar que el ex presidente no haya encajado bien las críticas de su antiguo mentor.
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