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17.2.05

Nerviosismo

EL PARLAMENTO HA DEVUELTO A LA MEMORIA LA SENSACIÓN DE ORFANDAD DE LOS DÍAS DEL ‘PRESTIGE’

El desencuentro entre Manuel Fraga y José María Aznar constituye una prueba más del creciente nerviosismo con el que el PP gallego, más allá de las posibilidades que sin duda todavía tiene de sobrevivir a las próximas elecciones, afronta la recta final de una legislatura en la que sus conflictos internos se han hecho del dominio público. Ha bastado que durante unos días, los que lleva trabajando la comisión de investigación de la catástrofe del Prestige, volviese a la memoria colectiva la sensación de orfandad que se apoderó de la sociedad gallega durante aquellos infaustos días para que el presidente de la Xunta se haya visto obligado a señalar a alguien con quien compartir la culpa. La idea es que el poco edificante ejemplo que él mismo dio yéndose de caza mientras la marea negra llegaba a las costas gallegas se note menos si la atención pública fija su atención en la también poco ejemplar actuación del presidente Aznar, incapaz durante semanas de acudir a conocer in situ la dimensión de una catástrofe sin precedentes. Es tal el empeño de Fraga en echar balones fuera que, por dejar en evidencia al presidente del Gobierno, ha llegado a compararle con el Rey, quien sí se apresuró a visitar a los afectados en plena catástrofe. Cualquier cosa antes de someterse él mismo al juicio popular que rehuyó durante aquellos días. Si entonces pidió ayuda a Aznar para retirarse con dignidad, ahora no debe extrañar que el ex presidente no haya encajado bien las críticas de su antiguo mentor.

4.2.05

Las primeras conclusiones

EL PP CONFÍA EN QUE EL TOMA Y DACA POLÍTICO OCULTE SU RESPONSABILIDAD Y LE PERMITA SALIR ILESO DE LA COMISIÓN

Pase lo que pase, el Partido Popular no va a consentir que el Parlamento investigue en serio la actuación del Gobierno gallego durante los turbulentos días que siguieron a la llamada de socorro del capitán del Prestige. Ni siquiera el bochorno de haber sido desautorizados nada menos que por el Tribunal Constitucional —que hace semanas dio la razón a la oposición y obligó a reabrir la comisión de investigación cerrada en falso en su día por los conservadores gallegos— ha sido capaz de provocar un cambio. Más bien al contrario: lejos de ruborizarse, el PP se ha aplicado a fondo en el diseño de una nueva comisión en la que todo sea posible, salvo la investigación de la que debía ocuparse. La imposibilidad de interrogar a los comparecientes siguiendo el modelo utilizado en Madrid en la comisión de investigación de los atentados del 11 de marzo, una decisión impuesta unilateralmente por el Partido Popular, convertirá la comisión del Prestige en una exposición monocorde de puntos de vista huecos, un toma y daca político gracias al cual el PP espera escapar ileso de los hechos y hacer que el ruido de la refriega política y electoral oculte su responsabilidad en la crisis medioambiental e institucional provocada por la falta de reacción de los poderes públicos ante una catástrofe sin precedentes. No obstante, su empeño en impedir que sepamos, da pie a sacar las primeras conclusiones. Quien teme a la verdad no tiene la conciencia tranquila...